A finales de febrero, Elena Mandziuk subió un vídeo a su Instagram en el que mostraba cómo hacer cócteles molotov. No se trata de cualquier persona: Elena es ucraniana y es influencer de viajes y su vídeo (ahora borrado) no fue porque sí. Es una de las creadoras de contenido que ha visto cómo la guerra ha cambiado su modo de compartir información en las redes sociales.
Si bien la influencer fue muy criticada por realizar esas stories, esto abrió el debate sobre la responsabilidad que los creadores y creadoras de contenido tienen con respecto a sus seguidores y, sobre todo, con cómo puede afectar esto a la forma que tenemos de percibir un evento tan importante como una guerra.
Las redes sociales son una muestra de que el ser humano necesita estar en conexión constante con el mundo y poder así manifestar una diversidad muy amplia de opiniones. Esto es también lo que está ocurriendo en Rusia, donde un “No a la guerra” en TikTok puede escapar al control del Estado y hacerse mucho más grande de lo que empezó siendo.
Son muchas las personas famosas que se han atrevido a mostrar su rechazo público a la guerra en redes sociales, como es el caso de Max Galkin, cantante y humorista, o Xenia, modelo rusa. También Lisa Peskova, hija del secretario de prensa ruso, Dmitry Peskov, publicó en su Instagram una story en el que se leía “No a la guerra” pero al poco tiempo fue eliminado.
¿Cómo influye el algoritmo de TikTok?
A finales del año pasado se filtró un documento al New York Times, que luego TikTok reconoció, sobre cómo funcionaba el algoritmo interno de la aplicación. Dicho documento había sido creado para mostrar a la plantilla de la empresa con menos conocimientos técnicos cómo funcionaba la sección de “Para ti”. Diferencia cuatro tipos de valor: para el usuario, para el usuario a largo plazo, para el creador y para la plataforma.
El algoritmo de TikTok intenta predecir lo que le gusta al usuario conforme al público general, a sus “me gusta”, al tiempo que pasa viendo cada vídeo o sus comentarios, pero también prioriza la variedad del contenido. Es decir, nunca te va a mostrar varios vídeos seguidos del mismo creador o de la misma temática. Se recurre así a una recomendación forzada para mostrar la diversidad del contenido y evitar el aburrimiento que puede generar ver siempre lo mismo.
De hecho, el algoritmo tiende a marginar el contenido político y, en ocasiones, hasta le hace shadowbanning. Es por ello que se hicieron virales los vídeos de personas haciendo bailes absurdos con contenido político crítico, que consiguieron sin embargo poder aparecer en el scrolling del resto de usuarios.
Pero la guerra está siendo una excepción, ya que, al ser un tema de tanto interés, el algoritmo de TikTok premia su contenido. Durante las primeras semanas de conflicto en Ucrania, la aplicación se llenó de soldados haciendo los bailes virales del momento, personas en el país a pie de calle grabando lo que ocurría o jóvenes hablando de su día a día en las principales ciudades. El propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, muestra vídeos en sus redes sociales andando por las calles de Kiev para mostrarse más cercano.
@alexhook2303 #🇺🇦🇺🇦🇺🇦🇺🇦🇺🇦🇺🇦🇺🇦 #🇺🇦🇺🇦🇺🇦💙💛 #война #Рек #Топ #ЗСУ #славаукраїні #украинатикток #Армия ♬ River Flows in You – Thomas Swanson
Marta Vasyuta, ucraniana afincada en Reino Unido, cambió el contenido de su TikTok cuando comenzó la guerra. Pasó de tener unos miles de visionados en sus bailes y playbacks a millones de “me gusta” en muy poco tiempo cuando comenzó a compartir información que conseguía en Telegram de personas que estaban viviendo la guerra en primera persona.
En su perfil, se pueden ver imágenes de bombardeos, pero también protestas de personas ucranianas contra el conflicto. Vasyuta se preocupa mucho porque sus publicaciones sean reales y no sube nada a su perfil sin comprobar que es verdad, según reconocía a la BBC.
@martavasyuta Kharkiv💔 #ukraine #Kharkiv ♬ original sound – Marta Vasyuta
Como toda red social, TikTok busca mostrar cosas interesantes a la vez que impactantes y qué mejor que la guerra para eso. El algoritmo intenta que pases cada vez más tiempo en la aplicación y que al día siguiente vuelvas.
Forbes recoge el caso de Veronica Khomenko, que todos los días realizaba un TikTok Live para contar cómo había sido su jornada. Sus seguidores le hacían preguntas y hablaban de la situación en Kiev, lo que generaba un sentimiento de comunidad que la acompañaba a ella y a su familia. Que aparecieran todos los días en directo significaba que seguían vivos, por lo que todo el mundo volvía al día siguiente a ver qué había ocurrido.
Sin duda, esto engancha a los seguidores que, ansiosos de nueva información, quedan enganchados a sus TikTok Live porque es como ver fragmentos de una película. Un poco como volver a ver La Bruja de Blair sin saber cuál va a ser el final, cómo serán los acontecimientos, y con la absoluta certeza de que lo que están viendo está ocurriendo de verdad.
También hay historias con final feliz. Alina Volik es una refugiada ucraniana que está viviendo actualmente en Madrid. En su cuenta de TikTok e Instagram se pueden ver vídeos sobre su nueva vida, aunque no olvida su país y señala sentirse “culpable” en ocasiones.
@alina__volik How I actually feel 🇺🇦 #nowarinukraine #ukranianrefugees #ukrainewar ♬ original sound – Marisa Amsler
Se abren aquí, de nuevo, otros debates. ¿Es lícito querer conseguir seguidores utilizando la guerra? Si bien muchos de estos jóvenes lo hacen como forma de comunicación con el mundo sin siquiera pensar en monetizar su contenido, a otros se les ha criticado por lo contrario: subir contenido superficial en pleno conflicto.
Pero, ¿no es eso también parte de la vida? ¿O debemos exigirles a los ucranianos que solo piensen en eso y no tengan momentos de entretenimiento?
Los casos de censura
El 4 de marzo, Vladimir Putin, presidente de Rusia, firmó la Ley de Noticias Falsas con la que censuró redes sociales como Instagram o TikTok en su país. Quería así evitar la difusión de información que podía ser utilizada por el resto del mundo como propaganda contra la guerra, según el propio gobierno. Incluso la BBC dijo que se retiraba del país hasta ver qué podía pasar con sus reporteros, ya que las penas de cárcel por difundir información falsa podían llegar a los 15 años.
El fin de estas redes sociales dejó a los usuarios sin forma de comunicarse pero también sin trabajo a los influencers. Durante los dos días que se dejó para “despedirse” de estas apps, se pudieron ver muchos vídeos en los que los creadores de contenido lloraban por tener que despedirse de su forma de vida.
Hubo gente que, de nuevo, les tachó de superficiales en un momento tan duro, pero no hay que olvidar que esta gente trabaja en su día a día para ofrecer contenido original en plataformas que están precisamente destinadas para ello y que, además, jamás se podrían imaginar que esto iba a pasar.
Si bien el caso de Instagram fue especialmente sangrante, el de TikTok no resultó del todo como la Ley de Noticias Falsas había formulado. En esta red social, se tardó un tiempo en evitar la propagación de contenido antibelicista por fallos en la propia ley y por brechas que TikTok abrió para que sus usuarios pudieran seguir utilizando la aplicación.
La implementación fue bastante deficiente y, además, se seguía permitiendo subir vídeos desde la versión web de la plataforma. Aún así, muchos creadores de contenido en redes sociales pidieron a sus seguidores que migraran a Telegram, uno de los canales de mensajería más comunes en Rusia y Ucrania.
¿Cómo ha cambiado la comunicación?
Si internet cambió nuestra manera de comunicarnos e incluso entender el mundo, la revolución de las redes sociales aún ha agrandado más la brecha entre cómo se genera información de actualidad antes y ahora.
El oficio de periodista (“el mejor oficio del mundo”, según relataba Gabriel García Márquez) ha cambiado: con las notas de prensa oficiales, muchísima información a golpe de teclado y la posibilidad de escribir noticias sin la necesidad de salir de tu casa e ir a los sitios donde ocurren, ¿en qué consiste ahora mismo informar?
De hecho, una parte muy importante del trabajo de periodista es ir a las fuentes primarias de información, ahora más al alcance que nunca. Un ejemplo claro es lo que está ocurriendo precisamente con la guerra de Ucrania.
Nos es mucho más fácil ir a la cuenta de una persona ucraniana que relata su día a día que acceder a un análisis geopolítico de los grandes medios. El papel de los influencers es ahora más importante que nunca. Es más: la información que las grandes cabeceras publican se basa en gran parte en este contenido.
Podemos conocer de primera mano cómo se vive día a día en una guerra, un conflicto del que, si bien puede que se nos escapen las cuestiones más políticas, podemos entender lo atroz que es desde el punto de vista humanitario. Son miles las personas que están contando en TikTok Live a diario lo que ocurre a su alrededor y de ahí podemos extraer información vital para conocer el lado más deshumanizador de las guerras.
Los medios de comunicación son los que, al final, acaban ordenando la información para que la podamos contextualizar y entender, pero en ocasiones estos influencers están desbancando a las grandes cabeceras, consiguiendo que empaticemos mucho más con lo que ocurre a miles de kilómetros de nuestras casas.
Esto provoca grandes retos. La posibilidad de filtrar la información se vuelve más complicada y la subjetividad de la primera persona puede desvirtuar el mensaje. Es decir, hay veces que no sabes qué estás viendo y las propias personas que producen los contenidos no son del todo claros sobre dónde están o qué es lo que está ocurriendo.
Entra también aquí en juego la responsabilidad de los propios influencers en verificar la información que comparten y en seleccionar contenido verdaderamente interesante para sus seguidores, que no fomente el conflicto, sino que sea un llamamiento para la paz.
A pesar de la censura, a pesar de los intentos porque la información sea lo más fiable posible, siempre va a haber gente que no se crea las retransmisiones de los creadores. Es difícil saber qué es verdad o mentira en la era digital, más en un momento de sobreexplotación de la información. Y es que, el exceso de información, ¿ayuda a la información o a la desinformación?